Un simple guijarro, que cae en el centro de aguas tranquilas, provoca una gran cantidad de ondas que se propagan hacia los extremos. Las pequeñas olas se expanden y a veces retornan, chocando con las nuevas que buscan expandirse.
Hace unos días, en uno de mis paseos me encontré, en una calle muy poco concurrida, con una frase escrita en la pared: «Haz bien, te sentirás mejor»
E identifiqué en esas palabras ese guijarro de tan gran potencial. Son pequeños gestos, pequeñas actitudes, las que provocan sensaciones que impulsan cambios inesperados a veces, grandes siempre.
Una sonrisa acompañada de un: “buenos días” o unas gracias hacen que cada persona sienta que se le ha visto, que no es invisible a los demás.
Hacer el bien va más allá de grandes actos; es más una actitud y va dirigido a quien tienes al lado, cerca y que apenas vemos: la cajera de un supermercado, un conductor de autobús, el camarero que nos sirve la bebida, la funcionaria que nos ayuda en una gestión, los vecinos con los que nos cruzamos cada día, etc.
En el Masaje Facial Japonés, el masajista, tras una sesión se siente bien, muy bien. Ha empleado sus conocimientos en proporcionar bienestar, más allá de los resultados estéticos y lo observa en las caras de sus clientes. Ha dibujado sonrisas y al dibujarla, provoca la propia.
En la Escuela de Masaje Facial Japonés, perseguimos alcanzar ese concepto: transformar a cada persona, a través del tacto provocando la sensación de que alguien nos ha escuchado.
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